SYNTHCORE acaba de lanzarse en una importante plataforma de arte digital.

380 rostros. Suspendidos entre la carne y el algoritmo. Cada uno late con algo crudo: emociones que se filtran a través de la estática, identidades que se fracturan entre píxeles. Esto no es arte limpio. Es desordenado. Caos intencionado.

Dos creadores fusionaron aquí su visión. Construyeron una colección donde los fallos no son errores: son el medio. La distorsión se convierte en lenguaje. El ruido visual transmite significado.

Estos retratos digitales existen en ese espacio incómodo donde la expresión humana se encuentra con la corrupción del código. Donde la belleza surge no a pesar del fallo técnico, sino gracias a él.