Últimamente, al estar pendiente de la cotización en tiempo real de las acciones estadounidenses, he notado un fenómeno interesante: esos veteranos de Wall Street, de repente, han cambiado de actitud colectivamente.
Diez días, solo diez días. Cuatro de las principales instituciones, que gestionan un total de 20 billones de dólares, se han lanzado a por Bitcoin como si se hubieran puesto de acuerdo. Este ritmo de acción coordinada realmente da que pensar.
Al fin y al cabo, esas teorías de que "las criptomonedas son solo una burbuja especulativa" ahora parecen más bien una cortina de humo. Mientras los minoristas venden en pánico en medio de la volatilidad del mercado, las instituciones están ocupadas comprando a precios bajos. Las reglas de este juego nunca son tan simples como parecen en la superficie.
Vanguard es el ejemplo más típico. Este gigante, que gestiona 11 billones de dólares, hace un par de años despreciaba los criptoactivos, diciendo que eran "herramientas de juego sin ningún valor real". Pero de repente permiten a sus 50 millones de clientes operar con ETFs de criptomonedas, argumentando que es "para satisfacer sus necesidades de diversificación". Esta maniobra, en el fondo, significa: dicen que no quieren, pero en realidad sí lo hacen. El cambio de actitud ha sido tan rápido que deja a cualquiera desconcertado.
J.P. Morgan va aún más allá. Han lanzado directamente notas estructuradas vinculadas a ETFs de Bitcoin, que en esencia son instrumentos apalancados de apuesta. Si aciertas la dirección, la rentabilidad se multiplica; si te equivocas, el capital puede desaparecer por completo. Esta jugada de banca de inversión lleva el "alto riesgo, alta recompensa" al extremo: por un lado insisten en la gestión del riesgo, por otro llevan a los inversores a aguas profundas. El cálculo está muy bien hecho.
Goldman Sachs es más discreto. No lo anuncian a bombo y platillo, pero han ido mejorando silenciosamente los servicios de custodia y trading de criptoactivos en su sistema interno, ofreciendo ventajas a los clientes de alto patrimonio. En apariencia son discretos, pero en la práctica ya tienen todo preparado.
¿Qué tienen en común estas instituciones? Que critican en público y se posicionan en secreto. Mientras el inversor medio duda si entrar o no, el gran capital ya ha completado la primera ronda de acumulación. Así es siempre el mercado: el verdadero significado está en el flujo de emociones y capital.
Ahora la situación es clara: las instituciones ya no disimulan su interés por el mercado cripto. Aquellas voces que antes despreciaban el Bitcoin, ahora hablan de "una asignación moderada".
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LayerZeroHero
· hace1h
Las ballenas siempre tienden a liquidar a los pequeños inversores.
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ReverseFOMOguy
· hace6h
Entra en el mercado cuando los minoristas se mantienen al margen
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mev_me_maybe
· hace6h
Has entendido bien la lógica de ir contra los market makers.
Últimamente, al estar pendiente de la cotización en tiempo real de las acciones estadounidenses, he notado un fenómeno interesante: esos veteranos de Wall Street, de repente, han cambiado de actitud colectivamente.
Diez días, solo diez días. Cuatro de las principales instituciones, que gestionan un total de 20 billones de dólares, se han lanzado a por Bitcoin como si se hubieran puesto de acuerdo. Este ritmo de acción coordinada realmente da que pensar.
Al fin y al cabo, esas teorías de que "las criptomonedas son solo una burbuja especulativa" ahora parecen más bien una cortina de humo. Mientras los minoristas venden en pánico en medio de la volatilidad del mercado, las instituciones están ocupadas comprando a precios bajos. Las reglas de este juego nunca son tan simples como parecen en la superficie.
Vanguard es el ejemplo más típico. Este gigante, que gestiona 11 billones de dólares, hace un par de años despreciaba los criptoactivos, diciendo que eran "herramientas de juego sin ningún valor real". Pero de repente permiten a sus 50 millones de clientes operar con ETFs de criptomonedas, argumentando que es "para satisfacer sus necesidades de diversificación". Esta maniobra, en el fondo, significa: dicen que no quieren, pero en realidad sí lo hacen. El cambio de actitud ha sido tan rápido que deja a cualquiera desconcertado.
J.P. Morgan va aún más allá. Han lanzado directamente notas estructuradas vinculadas a ETFs de Bitcoin, que en esencia son instrumentos apalancados de apuesta. Si aciertas la dirección, la rentabilidad se multiplica; si te equivocas, el capital puede desaparecer por completo. Esta jugada de banca de inversión lleva el "alto riesgo, alta recompensa" al extremo: por un lado insisten en la gestión del riesgo, por otro llevan a los inversores a aguas profundas. El cálculo está muy bien hecho.
Goldman Sachs es más discreto. No lo anuncian a bombo y platillo, pero han ido mejorando silenciosamente los servicios de custodia y trading de criptoactivos en su sistema interno, ofreciendo ventajas a los clientes de alto patrimonio. En apariencia son discretos, pero en la práctica ya tienen todo preparado.
¿Qué tienen en común estas instituciones? Que critican en público y se posicionan en secreto. Mientras el inversor medio duda si entrar o no, el gran capital ya ha completado la primera ronda de acumulación. Así es siempre el mercado: el verdadero significado está en el flujo de emociones y capital.
Ahora la situación es clara: las instituciones ya no disimulan su interés por el mercado cripto. Aquellas voces que antes despreciaban el Bitcoin, ahora hablan de "una asignación moderada".