Bitcoin no es Dios — y está lejos de ser algo divino Deja de tratar el Bitcoin como si fuera alguna entidad sagrada enviada del cielo para salvar a la humanidad de la opresión financiera. El Bitcoin no es Dios. No es santo. No es puro. Es solo un código creado por alguien que ni siquiera tiene el valor de mostrar su rostro. La verdad es simple: una tecnología cuyo creador es desconocido no merece devoción ciega. ¿Cómo confiar plenamente en algo que nació de las sombras? Satoshi Nakamoto puede ser una persona, un grupo, una entidad corporativa, un gobierno — nadie lo sabe. Y precisamente porque nadie lo sabe, muchos fingen que esto no importa. Importa, sí. Mucho. Bitcoin no es "libertad absoluta"; a menudo es caos absoluto. Sirve de escenario para golpe tras golpe, esquema tras esquema, manipulación tras manipulación. Su nombre ya ha sido utilizado para extorsión, pirámides financieras, lavado de dinero y fraudes que han destruido la vida de miles de personas. Esto no es divino — es sucio. Y aún hay quienes se arrodillan ante él como si fuera un profeta digital, ignorando su brutal impacto ambiental, su concentración de poder en gigantes mineros y su vulnerabilidad a la especulación desenfrenada. No hay nada celestial en una tecnología que puede evaporar fortunas de la noche a la mañana con un tweet o con la manipulación de ballenas. Bitcoin es solo eso: un experimento humano lleno de fallos, creado por alguien que desapareció sin explicación y dejó al mundo peleando por una moneda que ni siquiera tiene dueño. Quien lo trata como divino, lo hace por fe ciega, no por lucidez. Bitcoin no es Dios. Bitcoin no es sagrado. Y, sobre todo, Bitcoin no es intocable.
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Bitcoin no es Dios — y está lejos de ser algo divino
Deja de tratar el Bitcoin como si fuera alguna entidad sagrada enviada del cielo para salvar a la humanidad de la opresión financiera. El Bitcoin no es Dios. No es santo. No es puro. Es solo un código creado por alguien que ni siquiera tiene el valor de mostrar su rostro.
La verdad es simple: una tecnología cuyo creador es desconocido no merece devoción ciega. ¿Cómo confiar plenamente en algo que nació de las sombras? Satoshi Nakamoto puede ser una persona, un grupo, una entidad corporativa, un gobierno — nadie lo sabe. Y precisamente porque nadie lo sabe, muchos fingen que esto no importa. Importa, sí. Mucho.
Bitcoin no es "libertad absoluta"; a menudo es caos absoluto. Sirve de escenario para golpe tras golpe, esquema tras esquema, manipulación tras manipulación. Su nombre ya ha sido utilizado para extorsión, pirámides financieras, lavado de dinero y fraudes que han destruido la vida de miles de personas. Esto no es divino — es sucio.
Y aún hay quienes se arrodillan ante él como si fuera un profeta digital, ignorando su brutal impacto ambiental, su concentración de poder en gigantes mineros y su vulnerabilidad a la especulación desenfrenada. No hay nada celestial en una tecnología que puede evaporar fortunas de la noche a la mañana con un tweet o con la manipulación de ballenas.
Bitcoin es solo eso: un experimento humano lleno de fallos, creado por alguien que desapareció sin explicación y dejó al mundo peleando por una moneda que ni siquiera tiene dueño.
Quien lo trata como divino, lo hace por fe ciega, no por lucidez.
Bitcoin no es Dios.
Bitcoin no es sagrado.
Y, sobre todo, Bitcoin no es intocable.