

La evolución de las criptomonedas ha generado nuevos tipos de activos que han transformado la economía digital. Entender la diferencia entre tokens fungibles y no fungibles es esencial para cualquier participante del mercado de criptomonedas. En este artículo se examinan los conceptos clave, las características y las aplicaciones de ambas categorías.
La fungibilidad es un concepto económico fundamental que define la capacidad de un activo para intercambiarse en una relación uno a uno, siempre a un precio transparente y constante. Un activo fungible es completamente intercambiable con otras unidades de su misma clase. Ejemplos tradicionales son las monedas fiduciarias como el dólar estadounidense, el euro o el yen. Cada billete de dólar posee idéntico valor y puede intercambiarse por cualquier otro sin que se produzca pérdida o ganancia de valor.
La fortaleza principal de la fungibilidad reside en la sencillez y la divisibilidad. Los activos fungibles pueden dividirse en unidades más pequeñas, lo que facilita transacciones de cualquier tamaño. Por ejemplo, un dólar puede fraccionarse en centavos, lo que lo hace práctico para pagos grandes y pequeños. Esta característica convierte a los activos fungibles en el medio de intercambio ideal en el comercio diario.
Por el contrario, los activos no fungibles son únicos e irreemplazables. Por ejemplo, una pintura de Rembrandt puede alcanzar un precio elevado en el mercado del arte, pero su valor exacto es subjetivo y depende de factores como el interés del comprador, la relevancia histórica y el estado de conservación. A diferencia de los activos fungibles, los no fungibles no pueden dividirse en partes menores. El propietario debe vender el activo entero o conservarlo íntegramente. Otros ejemplos de activos no fungibles en el mundo físico son las propiedades inmobiliarias, los libros de colección raros y los automóviles, todos con características únicas que impiden el intercambio directo uno a uno.
En el entorno digital, una criptomoneda fungible debe cumplir dos requisitos principales: ser intercambiable uno a uno y poder dividirse fácilmente en unidades menores. Esto permite a los operadores cambiar tokens fungibles por otros activos digitales o monedas fiduciarias en plataformas de trading sin complicaciones. Cada unidad de una criptomoneda fungible tiene el mismo valor de mercado que cualquier otra unidad equivalente.
Las criptomonedas fungibles se agrupan en dos grandes categorías: monedas y tokens. Las monedas funcionan en sus propias redes descentralizadas, conocidas como blockchains. Estas criptomonedas nativas impulsan sus respectivos ecosistemas y actúan como principal medio de intercambio. Los tokens, en cambio, se desarrollan sobre blockchains existentes, mediante programas autoejecutables avanzados llamados smart contracts. Estos smart contracts permiten a los tokens aprovechar la seguridad y la infraestructura de redes blockchain ya establecidas.
Entre los ejemplos más relevantes de tokens fungibles se encuentran Bitcoin (BTC), que opera en su propia blockchain y es la criptomoneda fundamental; Ethereum (ETH), que da soporte a la red Ethereum y al ecosistema de smart contracts; USD Coin (USDC), una stablecoin vinculada al dólar estadounidense; y Dogecoin (DOGE), creada inicialmente como criptomoneda meme y hoy ampliamente utilizada en transacciones.
Los tokens no fungibles (NFT) son una innovación disruptiva en la propiedad digital, al combinar las características de objetos de colección físicos con la tecnología blockchain. Cada NFT posee una dirección única y verificable en una blockchain pública, normalmente asociada a una imagen digital u otro archivo multimedia. Al acuñar un NFT en blockchains como Solana o Ethereum, los creadores generan una etiqueta virtual que registra de manera permanente la historia de propiedad de la criptomoneda. Esta dirección blockchain específica distingue cada NFT del resto de los activos digitales y evita su división en fracciones más pequeñas.
El método de negociación de los tokens no fungibles es muy distinto al de las criptomonedas fungibles. Los titulares de NFT no pueden vender sus activos en plataformas de trading convencionales a precios fijos. Deben utilizar plataformas especializadas, llamadas marketplaces de NFT. Estas plataformas, como OpenSea (una de las más reconocidas), operan de forma similar a sitios de subastas como eBay. El vendedor puede fijar un precio o someter el NFT a subasta, permitiendo que los compradores realicen ofertas. La valoración de los NFT es altamente subjetiva, ya que depende exclusivamente de lo que los compradores estén dispuestos a pagar. Cabe destacar que, normalmente, la compra de un NFT no implica la transferencia de derechos de propiedad intelectual sobre la imagen digital o el archivo multimedia asociado.
Los NFT pueden representar múltiples formatos de contenido digital, lo que da lugar a aplicaciones muy variadas. Las colecciones de NFT más conocidas incluyen avatares animados tipo PFP para perfiles, como Bored Ape Yacht Club, CryptoPunks y los Hedgies de dYdX. Más allá del arte digital, los NFT han evolucionado hacia el sector inmobiliario virtual en plataformas del metaverso como The Sandbox, archivos de música exclusivos en formato mp3 y videoclips de grandes momentos deportivos en marketplaces como NBA Top Shot.
Para entender la diferencia entre tokens fungibles y no fungibles conviene analizar cuatro características esenciales que definen cada tipo. Estos criterios permiten a traders e inversores identificar rápidamente la naturaleza del activo.
La unicidad es el principal factor diferenciador. Los activos no fungibles presentan rasgos exclusivos que los hacen únicos, mientras que los fungibles mantienen absoluta uniformidad. Los NFT cuentan con direcciones blockchain individuales que certifican su escasez y los derechos de propiedad. Las criptomonedas fungibles no tienen estos identificadores y cada token posee el mismo valor en el mercado abierto.
Los casos de uso son otro punto clave de diferenciación. Los activos fungibles se emplean sobre todo como medios prácticos de intercambio, facilitando transacciones y transferencias de valor. Los no fungibles ofrecen aplicaciones mucho más variadas: desde la apreciación estética en colecciones digitales, el acceso VIP a eventos y comunidades, el transporte virtual en videojuegos o incluso la representación digital de activos físicos como bienes raíces.
La divisibilidad es una distinción práctica entre ambos tipos. Los activos fungibles pueden dividirse fácilmente en unidades menores para operaciones de cualquier tamaño. Por ejemplo, el dólar estadounidense se divide en centavos y Bitcoin puede fraccionarse en satoshis (0,00000001 BTC). Los activos no fungibles, por definición, son indivisibles: solo pueden negociarse en su totalidad.
Los métodos de valoración difieren considerablemente entre tokens fungibles y no fungibles. Los fungibles se negocian a precios transparentes y determinados por el mercado en plataformas públicas, lo que facilita identificar su valor. Los no fungibles plantean retos de valoración, ya que su precio depende de sus cualidades únicas. Normalmente, se venden mediante subastas o negociaciones privadas, y el precio final lo marca el interés del comprador y el valor percibido.
El ecosistema cripto ha evolucionado para incluir activos semi-fungibles, que combinan propiedades de tokens fungibles y no fungibles. Estos activos híbridos suelen ser fungibles al principio, pero se transforman en no fungibles bajo condiciones concretas, normalmente relacionadas con el uso o el tiempo.
Un ejemplo claro del mundo físico es la entrada para un festival de música en directo. Antes del evento, todas las entradas para el mismo concierto tienen el mismo valor y pueden intercambiarse uno a uno (son fungibles). Sin embargo, tras el evento, la entrada se convierte en un recuerdo no fungible. Ya no tiene un valor estándar de intercambio, sino que adquiere valor sentimental o de colección único por la experiencia vivida.
En el ámbito de las criptomonedas, los tokens semi-fungibles son menos frecuentes que los puramente fungibles o no fungibles, pero los desarrolladores siguen explorando usos innovadores. Por lo general, las criptomonedas semi-fungibles comienzan como tokens fungibles y pasan a ser NFT cuando se cumplen ciertas condiciones. Por ejemplo, un restaurante podría emitir tokens fungibles como vales de descuento para su programa de fidelidad. Estos tokens tienen el mismo valor y pueden intercambiarse libremente entre clientes. Cuando un cliente canjea el token al comprar pizza, este se convierte en un NFT, generando un registro permanente de la operación y evitando el doble uso del descuento. Así se combina la comodidad de los activos fungibles con la seguridad y unicidad de los tokens no fungibles.
Las Colored Coins son una innovación temprana en la personalización de criptomonedas, introducida en 2012 por Meni Rosenfeld, de la Israeli Bitcoin Foundation. Estas criptomonedas especiales contienen marcadores únicos en su código, lo que las diferencia de los activos estándar. Algunas crypto wallets pueden identificar automáticamente las Colored Coins y distinguirlas de las no coloreadas, permitiendo usos específicos.
El sistema consiste en añadir un código distintivo a pequeñas cantidades de criptomonedas, normalmente Bitcoin. Por ejemplo, un desarrollador podría crear BTC coloreados para dar acceso VIP a un club. El propietario solo admitiría a quienes depositen estas monedas coloreadas en el crypto wallet del local. Así se crea un control de acceso digital con tecnología blockchain.
Aunque tienen similitudes con los tokens no fungibles (como los metadatos únicos y los usos no monetarios), las Colored Coins difieren esencialmente de los NFT. La clave está en la fungibilidad. Las Colored Coins siguen siendo fungibles, es decir, pueden intercambiarse en plataformas de criptomonedas a valores estándar uno a uno. Si un trader posee Bitcoin coloreado sin saberlo, podrá negociarlo en el mercado sin complicaciones, ya que mantiene el mismo valor que cualquier otro BTC. El marcador es solo información adicional y no altera la naturaleza fungible del activo. En cambio, los NFT son intrínsecamente no fungibles y cada token tiene propiedades únicas que impiden el intercambio directo uno a uno y la negociación estándar.
La diferencia entre tokens fungibles y no fungibles es un concepto básico en el ecosistema cripto, con grandes implicaciones para traders, inversores y desarrolladores. Las criptomonedas fungibles, como Bitcoin y Ethereum, son medios de intercambio eficientes, con precios claros y divisibilidad sencilla. Estos activos impulsan las transacciones cotidianas y las transferencias de valor que sostienen la economía digital.
Los tokens no fungibles han abierto nuevas posibilidades en la propiedad digital, permitiendo aplicaciones únicas como arte o coleccionables digitales, bienes raíces virtuales y derechos de acceso exclusivos. Su éxito, evidenciado en el fuerte crecimiento del mercado NFT en los últimos años, demuestra el interés por la escasez digital y la propiedad verificable.
La aparición de activos semi-fungibles y de innovaciones como las Colored Coins refleja la constante evolución y capacidad de adaptación de la industria cripto. Estas soluciones híbridas cubren necesidades específicas que los tokens puramente fungibles o no fungibles no pueden satisfacer por sí solos.
Comprender estas diferencias —unicidad, casos de uso, divisibilidad y métodos de valoración— es fundamental para cualquier participante del mercado de criptomonedas. A medida que el sector madura e innova, la interacción entre tokens fungibles y no fungibles dará lugar a instrumentos financieros y aplicaciones cada vez más sofisticados, consolidando el papel de las criptomonedas en la economía digital global.
Los tokens fungibles son intercambiables y tienen el mismo valor, como las criptomonedas. Los tokens no fungibles (NFT) son activos digitales únicos que representan elementos específicos y no pueden intercambiarse uno a uno.
Fungible: Bitcoin, moneda. No fungible: NFT, arte digital exclusivo, coleccionables raros.
Una obra de arte digital única, como una pintura famosa o un cómic raro. Cada NFT es irrepetible y no puede replicarse, y se utiliza para acreditar la propiedad de activos digitales.
En 2025, el valor de 1 NFT varía enormemente: desde unos pocos dólares hasta millones, según su rareza, el creador y la demanda del mercado.











